A todos los que me habéis querido en vida y después de mi muere lamentáis mi ausencia y conserváis gratos recurados míos, os suplico que elevéis al cielo vuestras fervorosas oracioner por la paz de mi alma, porque tengo acendrada fe y alentadora esperanza en que el Dios de las Misericodias las oirá como padre infinitamente bueno y yo os lo agradeceré y estimare como la última y más dulce muestra de cariño que serva para guiame en me camino y acércame al seno Bendecido del Creador. No lloreis, voy a úname a Dios y os espero en el Cielo. Me ausento de vosotros, pero mi Amor no morirá jamás. Os amare en el cielo, como os ame en la tierra.